San Ignacio es un pequeño pueblo ubicado a 240 km, apróx de Puerto Iguazú (ciudad en donde me aloje para conocer las famosas Ruinas de San Ignacio Mini).
Se accede a través de la RN 12, una hermosa ruta llena de verde gracias a las plantaciones de yerba mate, té y diferentes tipos de árboles (pinos, cipreces, étc).
Claramente el pueblo no es grande y en épocas de verano hace muchisimo calor... si encima vas a conocer las Ruinas debés hacer el paso bajo el rayo del sol... recomendación: Un buen protector, gorra, agua y off.
El pueblo de San Ignacio cuenta con una plaza principal llamada Manuel Belgrano, donde esta el mástil con su figura (foto de más abajo) y por supuesto en horario de siesta no encuentres ni los perros en la calle.
RUINAS DE SAN IGNACIO:
San Ignacio es muy conocida por contar en su casco urbano con las ruinas históricas de la reducción jesuítica de San Ignacio Miní, cuyos restos se encuentran entre los mejores conservados de esta etapa histórica. Estas ruinas donde los sacerdotes organizaron a indígenas guaraníes fueron declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1984, y el turismo generado por ellas son una de sus principales fuentes de ingreso.
Las ruinas fueron descubiertas por el escritor Horacio Quiroga... sisi... asi es, antes, mucho antes de ser unos de los grandes escritores latinoamericanos era un fotografo.
Designado profesor de castellano en el Colegio Británico de Buenos Aires en marzo de 1903, Quiroga quiso acompañar, en junio del mismo año y ya convertido en un fotógrafo experto, a Leopoldo Lugones en una expedición a Misiones, financiada por el Ministerio de Educación, en la que el insigne poeta argentino planeaba investigar unas ruinas de las misiones jesuíticas en esa provincia. La excelencia de Quiroga como fotógrafo hizo que Lugones aceptara llevarlo, y el uruguayo pudo documentar en imágenes ese viaje de descubrimiento.
Los jesuítas llegaron a esta zona escapando de los ataques bandeirantes y mamelucos que los atacaban para atrapar indígenas y venderlos como esclavos. Antonio Ruiz de Montoya llegó junto con 12.000 aborígenes a las cercanías del arroyo Yabebirí, donde refundó Loreto y San Ignacio Miní, también conocida como San Ignacio de Ipaembucú. Este asentamiento duraría unos 150 años, hasta que la Compañía de Jesús es expulsada de las colonias españolas. Los aborígenes no supieron mantener la estructura diseñada por los jesuítas y comenzó un rápido declive demográfico.
Uno de los misterios, o por lo menos algo que me sorprendío, es la increíble construcción de su casco principal que era una iglesia construída durante mas de 30 años por los jesuitas con piedras traídas del Paraná, casi cortadas a la perfección. Según la guía la edad promedio de quienes trabajaban en esas construcciones era de 35 años debido a la exigencia fisica que llevaba.
El lugar contaba con una escuela, un cementerio, una plaza principal, una iglesia, casas y hasta una especie de almacen para mantener los alimentos en un pozo que hacian donde la temperatura era fresca manteniendo los alimentos en estado. Para que el cementerio tenga lugar se los enterraba parados y según cuenta la leyenda el lugar también contaba con una carcel en donde quienes no obedecian las ordenes pasaban un tiempo luego de ser atados en la plaza principal.
En 1817 San Ignacio fue saqueada e incendiada junto con otras ex reducciones por tropas paraguayas, en el contexto general de anarquía que imperaba en el país. Misiones fue anexada en los años posteriores por Corrientes, y la región quedó prácticamente deshabitada hasta que en 1870 vuelven contingentes humanos a ocupar las zonas linderas con el río Paraná y el arroyo Yabebirí. Esta ocupación coincidió con el fin de la Guerra de la Triple Alianza y el inicio de la separación definitiva de Misiones de la provincia de Corrientes.
Por último les dejo una foto (arriba) en donde se puede apreciar la única columna original de las ruinas. Eran árboles que se petrificaban y se convertian en una especie de hierro o metal y que sostenian toda la base de las contrucciones.
Vale la pena hacer una visita a este increíble lugar y sobre todo conocer la historia y aquellos pequeños datos que aportan los guias que hacen aún más interesante el paseo. El lugar cuenta además con un museo y para aquellos que buscar algún recuerdo mayor a la salida venden dvd y fotos con más de la historia de esta gran lugar. Son apróximadamente 3 horas de viaje si estan en Pto Iguazú pero creanme que vale la pena.
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